Aproximacioines Teóricas
Las teorías estructurales o de rasgos postulan que la personalidad está constituida por rasgos, que son los aspectos personales, estables y generales que la forman. Estos aspectos son heredados, por lo tanto determinado genéticamente. Según estas teorías los rasgos de personalidad influyen en las conductas individuales, estableciendo una tendencia a actuar según la dominancia de los rasgos de personalidad.
Si nuestra conducta está determinada por características de personalidad heredadas, estables y permanentes, hasta qué punto somos libres en tomar decisiones sobre nuestra conducta, ¿no estaría determinada por nuestra constitución biológica? ¿qué posibilidades de modificación de conducta tenemos entonces ante una conducta dominada por un rasgo de personalidad heredado?, no existiría tratamiento para las conductas delictivas, obsesivas, depresivas, o cualquier otro tipo de conducta contraria al bien social o individual. No existiría el concepto de libertad ni capacidad de elección en nuestras vidas, ya que estaríamos “dominados” por nuestra personalidad.
Esto no es así, la observación de la realidad y nuestra propia experiencia nos indica que los comportamientos y las conductas son susceptibles de cambio. Dentro de las teorías estructurales hay un enfoque, el interaccionista, que postula que la conducta está determinada por factores personales y situacionales y por la interacción entre ellos. Depende en gran medida del valor, significado y atribución que la persona da a la situación concreta, por esto, por las diferentes formas de interpretar la realidad es por lo que somos diferentes unas personas de otras, no sólo por las características de personalidad heredadas.
Cattell elabora una teoría de la personalidad, la teoría analítico factorial de la personalidad, que utiliza los rasgos como unidad de medida de la personalidad, introduciendo los conceptos de temperamento, motivación y aptitud, tomados del lenguaje natural. Intuye que hay algo más formando la personalidad que no es fijo, como los rasgos en los planteamientos anteriores, y que es esto lo diferencial de la personalidad y del comportamiento.
El mundo está lleno de personas, y todas y cada una de ellas es diferente, distinta, inigualable, no solo en su aspecto físico, sino en su forma de ver la vida, su concepto sobre el mundo, sobre los otros, sus valores morales y sus conductas. Cuando un niño es pequeño no es capaz de decidir, no tiene desarrollado su cerebro lo suficiente como para pensar que es lo que quiere hacer ni lo que pretende conseguir, pero aún así, sin saber conscientemente, emite conductas dirigidas a un fin, ya puede ser el llanto para calmar su hambre o la sonrisa reclamando atención. Llora o ríe en función de una sensación física que le supera, ya que él solo no la puede satisfacer, pero emite una conducta que influye en su entorno, provoca una reacción en las personas que le rodean y consigue cubrir su necesidad. Desde ese mismo momento está aprendiendo que unas conductas son efectivas y otras no, aprende que puede a demás de padecer su entorno puede influir en el. Cuando crece y es capaz de pensar será capaz de razonar y reflexionar sobre sus conductas, sobre las circunstancias sociales que le rodean y de influir conscientemente en unas y otras para adaptarse de forma satisfactoria y continuar formando su personalidad.
Por lo que nos explica el modelo cognitivo social, la personalidad se forma influida por muchos factores, entre ellos los hereditarios, pero tiene mucho más peso el aprendizaje, que siempre se produce en contextos sociales, la interacción de la conducta y el ambiente y los procesos psicológicos a través de los cuales las personas integramos todos ellos.
El ser humano como cualquier sistema vivo y, como apuntaba antes, desde su nacimiento, tiene la capacidad de aprender y adaptarse a los cambios que se producen a lo largo de su existencia. Esto no es nada distintivo de las personas, ya que todos los seres vivos lo hacen, lo que es característico de la humanidad es la forma en que lo hacemos, ya que nuestra percepción del mundo y por lo tanto la forma en la que nos posicionamos, son en gran medida subjetivas. Los teóricos cognitivo sociales incluyen en la personalidad factores subjetivos, como las expectativas, valores o las experiencias que influirían en la forma de enfrentarse a la realidad y en las conductas utilizadas para ello. Pero a demás también somos capaces de pensar sobre nosotros mismos y evaluar los resultados de nuestras conductas para cambiarlas y mejorarlas, sustituirlas o abandonarlas.
Podemos pensar sobre nosotros mismos y elaboramos ideas sobre cómo somos, qué podemos hacer, cómo es el entorno en el que nos movemos y cuáles son nuestras posibilidades reales de influir en él. Estos pensamientos implican grandes capacidades de abstracción, observación y simbolización para inferir consecuencias futuras de acontecimientos pasados y capacidades de autoevaluación y autorreflexión para pensar sobre nuestros objetivos y su consecución. El resultado de ello, la idea de eficacia que elaboremos sobre nosotros mismos, la posibilidad que suponemos tener para conseguir nuestros objetivos, la imagen mental sobre nuestras capacidades, todo esto también pasa a formar parte de la personalidad, también nos define de una forma única e individual frente al resto de personas.
Este concepto sobre nosotros mismos es aprendido a través de la reflexión sobre la experiencia, la conducta y los resultados obtenidos, se produce en el medio en el que se desarrolla la personalidad a través de las diferentes experiencias, ante las cuales el individuo activa valores y expectativas, aspectos cognitivos que influyen en la conducta. Se produce una interacción reciproca entre el ambiente físico y social, los sistemas cognitivo y afectivo de la persona y la conducta de la misma, y este aprendizaje sobre nuestra “personalidad” sobre nuestra forma de ser y comportarnos va a influir a su vez en la forma en que afrontamos nuevos retos y situaciones.
No podemos escapar a nuestra naturaleza, en comparación con otros seres vivos somos complejos e impredecibles, debido a la cantidad de aspectos que nos influyen, que tomamos en cuenta, de forma consciente o no, en cada paso que damos. Agentes externos e internos nos bombardean, diferentes experiencias, diferentes interpretaciones, diferentes sentimientos, motivos, pensamientos dan como resultado diferentes conductas para enfrentar y resolver un mismo problema. Esta complejidad nos hace mas difícil comprendernos a nosotros mismos de los que nos cuesta comprender a los animales o a las plantas, pero es lo que nos permite adaptarnos a cualquier situación, adaptar nuestra conducta a diferentes climas, sociedades, situaciones, aprender de nuestros errores y de los de los demás y ser cada día, aunque iguales, algo diferentes.
Las teorías cognitivas y del aprendizaje nos ofrecen una explicación de la personalidad que se acerca en mayor medida a lo que la experiencia personal y la observación cotidiana nos indica, y añade otros factores no biológicos a la comprensión de las diferencias de comportamiento entre personas y de una misma persona en diferentes situaciones y nos abre una perspectiva de personalidad mucho más compleja, con múltiples conexiones e influencias a diferentes niveles, en la que los procesos psicológicos personales tiene gran relevancia.
0 comentarios