Aproximacioines Teóricas II
Si partimos de un planteamiento conductista para deducir que toda respuesta va precedida de un estimulo que es la reacción al mismo, podemos dar una explicación clara y sencilla de la conducta humana. Pero aceptar que la conducta es únicamente una adaptación mecánica al entorno es tener un concepto de nosotros mismos bastante pobre. Al igual que la personalidad no está determinada por la situación, sino que implica un gran número de características personales, únicas e individuales, la conducta, aunque en parte se produce por reacción ante estímulos, también posee una parte importante de independencia, de intención, de dirección de la misma en un sentido específico. Es aquí, en esta parte “personal” donde aparece la idea de motivación, meta y necesidades.
¿Por qué ante una misma situación diferentes personas tienen diferentes motivaciones?, o ¿por qué una misma persona modifica sus estrategias en función del fin que se proponga? Como hemos apuntado en otras ocasiones, el ser humano es muy complejo y no se puede explicar de una manera reduccionista. La elección de una conducta determinada y la dirección e intensidad que toma depende de diversos factores, entre ellos es verdad que se encuentra el estímulo externo, pero también influyen las emociones, pensamientos y motivos del individuo, que modulan la respuesta a emitir. Las teorías del valor y la expectativa dicen que van a influir en la conducta las expectativas de éxito y el valor subjetivo que el individuo le de a la meta o fin perseguido, si estos factores son altos la motivación para el esfuerzo será mayor que si la meta no es importante o se perciben pocas posibilidades de conseguirla. Otros autores, como Barberá, amplían este planteamiento añadiendo a estos factores antes mencionados otros de tipo social y cultural y también personales, como las atribuciones, el grado de control, las emociones, la experiencia previa... que interaccionan con las expectativas de éxito y con el valor de la meta y modulan la motivación frente a esa tarea, tomando una decisión al respeto y movilizando diferentes estrategias para conseguir el éxito y evaluar los resultados.
Los motivos se organizan en esquemas creados a partur d ela experiencia en situaciones concretoas y se generalizana otras somejantes. La experiencia y el aprendizaje a lo largo de la vida en diferentes situaciones configura nuestra imagen de nosotros mismos, nuestro acutoconcepto, que a su vez influye en los criterios, antenriormente nombrados, que median en la conducta y en la motivación para la misma. También nuestra concepción del mundo, nuestras ideas sobre los otros, los valores y creencias personales, los conocimientos... todo ello influye en la conducta, movilizándonos en un sentido concreto, definiendo nuestra motivación sobre los diferentes ámbitos de la vida y definiendo (un poco más) nuestra personalidad.
En el ejercicio sobre motivación situada realizado en clase fue relativamente sencillo determinar las motivaciones y redactar las situaciones para las mismas ya que la mayoría de nosotros hemos vivido la experiencia de tener motivaciones diferentes y usar estrategias diferentes dependiendo de la tarea o situación en que se produce. No supone un gran esfuerzo ya que solo hay que recordar situaciones específicas y las emociones y pensamientos relacionados con los objetivos que teníamos en ese momento. Si quieres aprender porque eso te satisface personalmente (motivación intrínseca) o si por el contrario lo haces por obtener una recompensa o aprobación social (motivación extrínseca) las estrategias utilizadas y los sentimientos que se crean respecto a la tarea van a ser diferentes y van a estar adaptados a la motivación en esa situación. La importancia que ese objetivo tenga para tí o las posibilidades de alcanzarlo influyen en la fuerza con la que se intenta conseguir, pero es claro que el aspecto subjetivo, la intención con la que se actúa, aunque la conducta sea la misma, en este caso estudiar, no es la misma.
Todo esto se va modificando a lo largo de la vida, en base al aprendizaje que todo ello produzca en el individuo. El aprendizaje está dirigido siempre a la mejor adaptación del individuo al entorno en el que se encuentra, pero las situaciones y circunstancias del mismo a veces pueden favorecer aprendizajes que, aunque en un primer momento pueden ser adaptativos, a la larga son desadaptativos.
Esto ocurre con la motivación de logro cuando se realizan de forma poco realista las atribuciones respecto al éxito o fracaso en una tarea. Si atribuimos el éxito a factores internos, estables y controlables, como por ejemplo el esfuerzo, aprendemos que podemos controlar y emitir conductas que nos proporcionen éxito y que este depende de nuestro esfuerzo, un aprendizaje adaptativo. Por el contrario si atribuimos este éxito a factores que no podemos controlar, externos a nosotros y que a demás no son estables ni predecibles lo que aprendemos es la incontrolabilidad de los resultados, la incapacidad para influir en ellos, la indefensión. Este aprendizaje consiste en la creencia (corroborada por la experiencia) de que no podemos hacer nada por conseguir el éxito ni por evitar el fracaso, lo que produce una desmotivación por cualquier tipo de conducta dirigida a lo uno o lo otro. Esta falta de motivación no solo influye en la conducta en una situación concreta, si no que se generaliza a otras e influye también a otros niveles, dificultando posteriores aprendizajes de competencia y creando desajustes emocionales.
Como hemos estado viendo a lo largo de este tiempo, el estudio de la persona y de la personalidad es complejo, pues existen múltiples interrelaciones e influencias que hacen a cada ser individual y diferente. Este entramado de rasgos heredados, situaciones sociales, motivaciones, aprendizajes, sentimientos, afectos, conocimientos, emociones, valores... configuran la personalidad humana. Pero esta no se desarrolla sola, sino en interacción con los otros, en grupo, en sociedad. Nosotros como adultos encargados de la educación y formación de las nuevas personas en desarrollo debemos tener muy en cuenta que influimos en los factores y condiciones en los que se producen los aprendizajes, y con aprendizaje no me refiero solo a aprendizajes académicos, sino aprendizajes psicológicos, aprendizajes que son adaptativos e influyen en la calidad de vida del individuo. Tenemos que conocer, evaluar y controlar la forma en que nos relacionamos con nuestros alumnos, las experiencias que les proporcionamos, las características de cada uno y las nuestras propias, pues de nuestra actuación dependerá que se sienta motivado hacia el esfuerzo, que tenga expectativas de éxito, que se relacione de forma adecuada, que sienta satisfacción, o por el contrario que no se esfuerce, crea que siempre va a fracasar, que piense que no puede mejorar o que se sienta insatisfecho o infeliz.
Quizá puede parecer exagerado, pero como hemos visto estas expectativas, atribuciones, motivaciones y aprendizajes dependen de las experiencias individuales que vive cada persona y el proceso de reflexión e integración que realiza sobre ellas. Ya hemos visto que tanto la motivación como la indefensión dependen de las situaciones que se presentan a los individuos y del aprendizaje que se hace sobre el control y la posibilidad de elección que sobre ellas se tiene. Los entornos educativos son los encargados de favorecer un proceso de experiencia y aprendizaje que posibilite el desarrollo de las Personas del mañana, con toda la connotación que esta palabra tiene.
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